jueves, abril 01, 2010

El Niño que nos Dejas

a Wallo

Porque no hay mejor tarde que la de aquel día donde expusiste tu eternidad ante ese clima amargo al que llamamos salud. Porque no hay mejor juego que el que vino de tus patas, en donde la fuerza fue inocencia coloreando el paisaje del dorado infinito de tus pasos.

Pero llegó a mí otra mañana de cuidados. La fragilidad no existe ante sangres semejantes. Tocar el suelo donde se nace y probar la voluntad de los sabores. Mas siempre cae una noche.

Mi sonrisa que se ahogaba en impaciencia, se detuvo para siempre en esa noche de agonía. El canto de la luna se apiadó de mis ojos y como una caricia de electrodo vino suavemente a mis ojos.

La mirada del mundo transformo el mar pesado de mi afecto en una gota dirigida a tus frías piernas. Tu voz de angustia sólo clamaba vida y cercanía a mi presencia. Pero el tiempo bien que apostó a lo eterno, el tiempo que recibió al eterno niño. El niño que nos dejas, tierno Wallo.

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