
El poeta ama a su parque.
El poeta vive entregado
a la imaginación que circula en los parques,
y que como una melodía
lo aprisiona al desenfreno.
El poeta vive enamorado
y es del parque.
El poeta se viste y se desviste
al arte
desde el parque
y no hay sonido, ni culto
ni movimiento
que distraiga la voz de su amor
mientras él viva
en el parque.
Porque mirar no basta
ni pensar,
mientras la pluma, el lápiz o el
de azul resplandor, se apiade del papel
con un último beso.
Para decir que es del parque.
Surco
11-12-10
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