Nuestro Brujo puede más que el tiempo y sus
huestes lo demuestran con un henchir de instantes marcados a la hora familiar.
Hay cacerolas tintineantes como un verso. Hay fuego capturado por las
caricaturas de las cámaras. Hay vista al mar.
Sobre nuestro horizonte a cuarenta y cinco
grados, el paso de Avelino se apodera de las sombras del reducto, y pareciera
que su corpulencia andina y su juicio averno
se apoderaran del enemigo inerme del tiempo. De pronto su vida, inmola
al silencio con su rugido de valor, mientras que su busto de bronce; nos llama
a desafiar las rosas con su fragancia de añoranza.
Miraflores
11/10/12
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