sábado, setiembre 12, 2009

Siento en tu acariciar la punta de la brisa y de sus ríos. Siento como una máquina la espuma de la suerte y sus lagunas. Siento encontrarme en la soledad del mundo, en la penumbra de una costa no apta a la juventud.

Pero llegas a mí y a mis colores. El cielo se acamaleoniza para sólo suspirar tu santo nombre. Tu santo nombre de luz, mi inefable cielo.

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