jueves, octubre 22, 2009

La liebre del camino yace pintada en la luna. Tú eres esa luna. Ese reflejo de orejas que se parece tanto a tu nombre exquisito, el que aprendió a sazonar mi alma a su gusto. Ahora que el viento es enemigo, apuesto por izar mis alas hasta el asta que a medida enciende a medias. Tú eres el izar, el erigir y la exaltación de mis manos, en este sulfuro transpirar que diagnostica mis venas.

La liebre serpentea sobre la hierba amarga de tus tiempos. Tus corazas me atraviezan el púrpura emblema de mi pureza. Y la Iglesia termina siendo un regalo de mi opio. Tú eres ese opio. La inmundicia de mis jadeos, la náusea de mi sexo en ese agitar infinito que me lleva a los óleos y a las orejas del televisor del año de la pera. Mi querida conejita.

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