
Ella aprendió de los soplos de la luna, su voz inquirió una vez más sobre las manchas que el sol le interpuso como una grieta orientada a las sirenas. Porque ella transcurrió entre sus pecados.
Y sus pecados fueron como el fuego que tardó en aprisionarnos. Hora del café, hora de amarte.
Y sus pecados fueron como el fuego que tardó en aprisionarnos. Hora del café, hora de amarte.
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