Entonces me olvidé por un momento de su estilo de danza, de su cansancio
expuesto y sus dones de confianza, porque llevaba una medalla de luna clavada
en su rostro; y era feliz como sus pasos de noche.
Y fue así que necesité ser uno más
o apenas alguien con un huevo de criterio, como para rodearme de su voz, acariciar
sus hombros y sentir por un momento el bello paso de la luz sobre su alivio de
tan sólo respirar
Mientras el mío apuesta por el
azul descanso de los cristales, donde la noche existe para algunos, siempre y
cuando lo perciban así nuestros ojos; y fue así…
Que cambié mis pensamientos, por
tratar de refugiarme en su voz como un conejillo listo para la
zarza, impregnado para siempre; y lleno del recuerdo.
La Molina
11/04/2012
11/04/2012
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