viernes, abril 20, 2007

Adagios del Tocador


Algo que siempre admiraré en los jabones
es que nunca terminan por irse al escusado
luego de un resbalón.
Lamentablemente no hay física ni observar
de un árbol
que pueda explicar eso.

El aire resulta imbatible cuando lo sentimos
penoso
lo mismo para los que se sienten
fuera del resto.
Y en cuestión de la métrica de opios
se puede obtener de principio
un cataplasma
para versos.

Ahora si se trata tal vez, de aplazar una dieta
o sonreir como quien olvida una palabra
placentera e insuficiente, opto a la corteza.
Aunque el gusto sabe huir
de la noche y sus quejidos.
Y esto no es cosa de jabones.

Santa Anita
30/03/04

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