sábado, diciembre 19, 2009

Ahora que realzo la existencia de Lima y sus mirones, escribo bajo la unidad oscura de sus vecinos. Ellos expuestos como de costumbre, al agitado dactilar de sus vivencias, pueden desde aquí comprender lo que es la lástima y la noche. Tal es la intención de este por sí saludo.

La caricia urbana no siempre empieza con el día y ahora más que siempre las tardes nos saludan. No sabemos por lo tanto si tras los sonidos del progreso, una piedra nos ofrenda la cabeza, o si la lluvia se almacenará solidaria en las escaleras que terminan en el techo. El techo del Perú.

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